LAPONES DE HOY
INARI-PALISKUNTA, FINLANDIA

Texto y fotografías: Diego de Azqueta Bernar y Eduardo Momeñe.©copyright Diego de Azqueta Bernar
Publicado en: Revista Ronda Iberia

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Un "Oiku" desgarrado corta el viento glaciar del círculo polar Ártico... El cántico de lánguida alegría lapona nos introduce en un escenario de majestuosa belleza... A nuestro alrededor corren asustados un centenar de renos de poderosas astas. En medio de ellos, y utilizando los mismos "lascos" -lazos- de sus ancestros, se mueven nerviosos los últimos representantes de la cultura lapona.

Para ellos, ha comenzado un día en su cotidiano laborar con las grandes manadas de renos. Seguramente mañana, estos lapones que nos rodean, exactamente 17 por 100 de su etnia, detendrán su nómada itinerar por las tundras del norte perdiendo así los atributos de una libertad que obtuvieron a un alto precio: su historia.

Las primeras fuentes que mencionan a este pueblo, se remontan. a la Germanía de Tácito. "Saxo Gramaticus" en el siglo XII fue el primero en denominarles "Lappi", Lapones, pero ellos no gustan de este denómino que desde Petri Niurenios (siglo XII) fue utilizado peyorativamente como de sucios y andrajosos. De lo que hoy ya no cabe la menor duda es de que su discriminación secular ha condicionado para siempre su historia. La marginada aculturación con los distintos reinos y ducados del norte, originó una falta de cohesión para este pueblo que siempre anheló la suprema soberanía que la creación de un estado podía conferirles.

Los incipientes contactos que los reinos lapones tuvieron con los reinos sueco y noruego, comenzaron con el carácter comercial de intercambios de pieles, carne de ballena y pescado, hasta que el descubrimiento de sus posibilidades originó su progresiva invasión por sus poderosos vecinos; Suecia, Noruega, Finlandia y Rusia.

Su escaso número, su dispersión territorial, y su carencia de agresividad político-económica convirtieron a los distintos pueblos lapones en sujetos pasivos de exacciones fiscales injustas de hasta dos y tres reinos distintos, hipotecando así su desarrollo, a los intereses de otros estados más poderosos.

Posteriormente, la incidencia de la iglesia Luterana, y la afanosa labor desculturizadora de la misión sobre los elementos "shamanísticos" y rituales de su cultura, despojaron a los lapones de una riqueza cultural conferida por el ignoto origen de una historia a la que habían sobrevivido. Ya en los albores del siglo XX, la agresiva legislación de las mayorías finlandesas, suecas y noruegas, acentúa más aún esta marginación, originando una encrucijada problemática, en la que el triunfo del desarrollo debía ser obtenido con el alto precio de su aculturación y pérdida de valores tradicionales. En nuestros días después de la Gran Guerra, se ha originado una "élite" lapona que sustentada con parte de la "intelligentzia" escandinava, trata de jugar un "rol" político capaz de influenciar a las altas esferas de la administración. Con esta minoría está resurgiendo un fanático nacionalismo que hace resurgir 'una concienciación colectiva del pasado.

El "Nordisk Samerad", consejo Lapón Internórdico, es quizá hoy el órgano más facultado para reconquistar los derechos del pueblo lapón.

En la actualidad, solamente un 17 por 100 de los 40.000 lapones de Escandinavia subsisten con base en la economía del reno, animal íntimamente relacionado con su nómada deambular ártico. La industrialización creciente y el monopolio de demanda de los grandes "pools" finlandeses convierten a esta actividad en un recuerdo del pasado milenario. En Ivalo, en Inari, en Kemi y en todo el Norte del Círculo Polar hemos vivido, hablado y sentido los problemas de este pequeño gran pueblo del que tenemos tanto que aprender.

Diego de Azqueta Bernar y Eduardo MomeÑe