EL TIBET QUEDÓ ATRÁS
Texto y fotografías: Diego de Azqueta Bernar.©copyright Diego de Azqueta Bernar
Publicado en: ABC, REVISTA TELVA (mayo 1982)

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Mil lamas aguardan una reencarnación más favorable en las montañas de Suiza

El tibetano mueve sus nervudos dedos y me aprieta la mano con fuerza; su gesto rápido y su semblante abierto emanan fiereza, honor y honradez. Es su "mantra" de bienvenida. No en vano procede de uno de los pueblos más nobles del mundo y ha viajado muchos miles de kilómetros de espacio y tiempo para llegar desde su país hasta aquí. Desde un tradicional, teocrático y aislado Shangri-La tibetano hasta Suiza. Desde el país de las nieves eternas, los santos lamas y los monasterios milenarios hasta la moderna y neutral Suiza.

Tsering Lhamos partió del Tibet en 1959, y desde entonces hasta hoy vive refugiado en distintos países del mundo; como cualquiera de los 100.000 tibetanos que andan desperdigados por India, Nepal Suiza, Inglaterra, USA y Japón. Como ellos, él ha dejado atrás su tierra, sus familiares y amigos, y lo que es más importante, una forma de vida de secular. Pero, también como ellos, él ha traído algo asimismo importante en los "zurrones de su yak":su cultura, religión e historia, lo que permite que su pueblo continúe viviendo y luchando, a pesar de que los atributos de su Estado se estén diluyendo con el paso de estos veinte años de exilio.

Tibet, el Estado donde naciera nuestro Dalai-Lama y todos nosotros-me dice Tsering-Lamos-, posee una historia que se remonta a los momentos más alejados de la antigüedad, sobre la que fuentes chinas en el período de Kai-Huang -581 al 600- nos relatan ya viejos acontecimientos de la formación del país.

EL MISTERIO DE LOS LAMAS

Todos hemos oído hablar alguna vez del Tibet. Quien más y quien menos se ha dejado atraer por la música de los lamas y por el misterio del inaccesible reino tibetano, y este es el motivo por el que yo también, desde hace años, comencé a estudiar las costumbres y la historia de los tibetanos, y todo ello ha terminado en este recóndito valle de Rikón, Suiza, que casi no aparece en los mapas de carreteras. Para conocer cómo han llegado hasta aquí los tibetanos, escucho el relato de Tserin-Lamos.

"La historia del Tibet está salpicada de conquistas y tamizada por la llegada del budismo en el siglo VIII y la formación de la religión lamaísta con base en los rituales tántricos, el culto Bön y el shamanismo mongol, que influenciará más tarde todo nuestro país. Desde entonces y hasta nuestros días, hemos tenido, buenas relaciones con China, conservando siempre nuestra independencia como Estado soberano, hasta que en 1952 las tropas de Mao comienzan a invadir progresivamente el Tibet, y en1959 el Dalai-Lama y todo el Kashang -Gobierno- abandonaron el Tibet al peligrar su seguridad personal, su integridad y su religión.

Durante estos años, la guerrilla tibetana comienza una guerra santa donde la defensa al culto budista y la integración territorial serán lo más importante.
A partir de entonces, todas nuestras vidas, las de nuestros familiares y amigos, sufrirán un corte diametral, pues habremos dejado atrás nuestro pueblo para intentar integrarnos en otra cultura, otra raza".

 

DEL TIBET MEDIEVAL A LA SUIZA NEUTRAL

Si bien la suerte de algunos de los 100.000 refugiados tibetanos que huyen de Tibet a Sikkim, Nepal o Ladakh puede ser envidiable para los refugiados en Suiza, es claro que las comodidades y el privilegiado "modus vivendi" de estos últimos les hace mucho más distantes de los tristes campamentos de refugiados de Pokhara -Nepal- y Mysore -India-, donde se hacinan marginados todos los tibetanos.

Pero pensemos solamente en el cambio brutal que se originó en las vidas de aquellos otros tibetanos, que invitados por la Cruz Roja Suiza, comenzaron a llegar a la Confederación en los albores del 63, traspasándolas barreras del tiempo y espacio en un moderno jet, llegando del casi medieval Tibet al materialista mundo europeo.

La vida de los tibetanos en Suiza discurre tranquila, como la del resto de los ciudadanos, y sólo en el interior de sus casas, en el cumplimiento de su religión, se puede adivinar su remota procedencia. Sin embargo, como afirman algunos patronos de Rikon, también en el trabajo se advierte su entrega e ilusión, "pues nunca parecen cansados y sonríen continuamente".

10 DE MARZO, GRAN FIESTA

El pulso de los 1.150 tibetanos suizos se une al sentir del resto de los refugiados desperdigados por todo el mundo, cuando se reúnen para celebrar sus fiestas religiosas, nacionales o políticas, como puede ser hoy, 10 de marzo, fecha en la que se conmemora la salida del Dalai-Lama de Lhasa. Hoy, por primera vez desde que están aquí los tibetanos, van a manifestarse por las calles de Zurich y van a cantar al mundo entero su renovada filosofía e ilusión de retornar, así como plantear su protesta a la ONU por la perdida independencia.

" Si -dice el anciano mientras moja el tsampa en el té salado tibetano-, hoy celebramos el aniversario de la huída de nuestra tierra y de nuestros hijos también".
La voz del hombre, su semblante magullado por la Historia, se ha tornado ahora sombrío y triste, sin perder, sin embargo, esa alegría que la religión proporciona a los tibetanos.
"Porque -prosigue el tibetano, marcando sus palabras con la sabiduría de la Historia- Tibet siempre ha sido un Estado soberano e independiente, como lo demuestra el categórico dictamen de la Comisión Internacional de Juristas en 1960, la Conferencia de Simla - 1913- y la Conferencia Asiática -1947- ;pero en la actualidad se intenta desvirtuar su verdad".

SIN HOGAR, PERO ORGULLOSOS DE VIVIR

Para averiguar todo esto y conocer la vida de los refugiados, acepto en varias ocasiones la invitación de Tsering Dorjee, secretario de Coordinación para Europa de los Asuntos del Tibet, pues igual que otros tantos, está cansado de que los occidentales le pregunten si Losbang Rampa levitaba o si el "tercer ojo" se abre pronto, pues para él la vida actual, los problemas cotidianos y la supervivencia de su pueblo son lo más importante, Me comenta con algo nostalgia que ya no quedan tibetanos "como antes", pues aunque las cifras oficiales hablan de 6.000.000 de tibetanos en Tibet, la verdad que se escucha en las fronteras de Mustang, donde sólo hace cuatro años quedaban fieros khambas haciendo la guerrilla, es que ya casi la identidad de China ha integrado al Tibet. Por eso, ellos pasean sus cuerpos, todavía orgullosos, como hombres sin hogar, sin arraigo, por las calles de una nación neutral, donde se les acoge, respeta y se les permite vivir en paz.

Aquí la vida de los lamas discurre con tranquilidad, y la práctica de sus estudios se combina con los rezos y la educación de los niños de las familias que allí viven. También enseñan su cultura a los occidentales que lo deseen.

Durante distintas ocasiones, los tibetanos se reúnen para celebrar festividades, como la Kalchakra, el aniversario del nacimiento del Dalai-Lama, o la anteriormente citada, a cuya celebración , tanto en India como aquí, tuve el honor de poder asistir.

La barrera generacional que tienen las familias integradas en la vida de Suiza se acentúa, si pensamos que las personas por debajo de los veinte años nunca han conocido Tibet. No obstante, la fuerza de la raza y organizaciones como la Tibetan Youth Association y otras luchan para que se preserve la identidad de este pueblo, de toda esta forma de vida, que espera desde el exilio. Esta identidad se confirma con la casi total endogamia, pues es raro encontrar tibetanos casados con occidentales. Sin embargo, la cara oculta de la Luna nos muestra unos niños, verdaderamente protagonistas de la futura Historia, que ya no hablan la lengua de sus mayores y en muchos casos no entienden los problemas que les acucian.

 

Mientras tanto, aquí, allí, en todos los puntos del mundo se seguirá pensando en el Tibet como en el paraíso perdido de la espiritualidad, donde hasta el tiempo parece detenerse.

Pero la realidad es, como siempre, opuesta al sueño, la rueda vertiginosa de los tiempos no se detiene, y en su giro entona otro canto bien distinto a al que aparece en los "tankas", hoy tan de moda en Occidente. No es raro, por tanto, observar por las calles de Rikon a jóvenes tibetanos vestidos con "jeans" y en moto, olvidándose por completo del simbolismo tántrico y de su no muy lejano pasado histórico. Pero tampoco es raro, y así se continua el sueño, ver a los ancianos girando en derredor del monasterio de Rikon, como queriendo dibujar una "mandala" imaginario, rezando otra vez vertiginosamente el "mantra" sagrado que cíclicamente, como preconiza la teoría de la metempsicosis, abocará en tiempos mejores...

"Ya llegará otra reencarnación más favorable; mientras tanto, recemos, recemos, recemos...".

"...On mani padme hün..."

Diego de Azqueta Bernar