AMARNATH, LA GRAN PEREGRINACIÓN DEL HIMALAYA
Texto y fotografÍas: Diego de Azqueta Bernar.©copyright Diego de Azqueta Bernar

 

Publicado en Revista Integral, Revista Periplo, como: "AMARNATH YATRA"LA LUNA LLENA DE SHIVA

 

 

AMARNATH

Próximo a la frontera entre Ladakh y Kashmir, se encuentra el valle de Amarnath.
Su acceso puede realizarse a través de un autobús o jeep desde Srinagar, capital de Kashmir, hasta Pahalgam, importante centro montañero de Kashmir, desde donde salen distintas pistas de alta montaña que permiten realizar trekkings.

A tres días de marcha de Pahalgam, unos 56 km., se encuentra la cueva sagrada de Amarnath. La bajada a la cueva se hace por Shamsah y posteriormente por la carretera de acceso a Leh, capital de Ladakh, hasta Srinagar. Esta carretera está llena de convoyes militares durante los últimos días de agosto, antes de que las primeras nieves de septiembre bloqueen el acceso a Leh.

La peregrinación a esta cueva se remonta a la antigüedad más remota.

 

¡¡Bol Swami Amar Nath Ki Jau!!
-¡¡Ja!!-¡¡Ja!!-
¡¡Bol Swami Amar nath Ki Jai!!
-¡¡Ja!!-¡¡Ja!!

El Mantra es mascullado, gritado, vociferado por la desgañitada voz del peregrino... La multitud que lo rodea grita al unísono "Jai", "Jai". "Jai Shiva". Una y otra vez los Mantras se repiten mientras la fila multicolor se mueve delante de mí.

Hombres viejos, mujeres y un sin número de sadhus, babas, swamis y sanhyasis, devotos seguidores de Shiva, encabezan la larga fila "india", nunca mejor dicho, que sube a la montaña de 5.000 metros de altura en el majestuosos glaciar que me rodea. Delante de mí se extienden impresionantes montañas de 6.000 metros de altura. Detrás, a 3 días de marcha, en Pahalgam, desde donde comenzamos esta peregrinación, dejamos las comodidades y el sabor exquisito de un tandoori y un chopati que no probaremos durante todo este cansado viaje...

Mientras estoy subiendo noto cómo la altura va afectando a mi cabeza y dificultando la respiración, y recuerdo que hace 17 años, cuando por primera vez llegué a la India, mi viejo amigo Jordi Esteva, gran conocedor de la cultura hindú, me habló de una mágica cueva perdida en los Himalayas, en la frontera de Ladakh. Allí, me decía, los santones y los gurús bañan sus desnudos cuerpos antes de venerar al sagrado lingam, el símbolo fálico de Shiva, en una fantasmagórica noche de luna llena, en el mes de shavran (agosto) según el calendario hindú. Desde aquel día decidí que tenía que subir y hacer la peregrinación en la luna llena algún shavran de mi vida.

A partir de entonces estuve buscando algún libro, algún reportaje que hablara de aquella extraña cueva y de su misteriosa ubicación, sin conseguirlo, por no haber casi nada publicado sobre ella.
Hace pocos meses mi buen amigo el antropólogo Angel Barral me contó que había subido hasta Amarnath por pura casualidad en uno de sus trekkings por Kashmir. Ayudado por Air India, y con la inestimable colaboración del Director General de Turismo de la India, comencé este viaje el 31 de julio de 1987, acompañado por los viejos babas Vicente Cazalla y Ana Llantada (ver mi reportaje "La Mela de Brama", Periplo nº 32) y por Ana Smith, que trabajaba en la documentación de esta peregrinación.

Unos días antes de salir, Javier Garrigues y Pilar Tena, profundos enamorados del hinduismo, después de vivir durante tres años en Delhi, me dejaron su interesante libro de S.V. Naipul, "An area of darkness", que hablaba muy de paso sobre esta ancestral peregrinación. Dentro del libro me dejaban una pequeña carta para Jyoti Singh, la Rajkumari de Kashmir y Jammu. Su padre, el ex Maharajá de Kashmir y Jammu, doctor Karan Singh, es un gran conocedor de Amarnath.

Con todo este bagaje, mi vieja mochila, el ya añejo saco de dormir y las correosas cámaras, comencé como un yatri (peregrino) más esta interesante peregrinación.

Todos estos pensamientos se agolpaban en mi cabeza mientras, lenta y trabajosamente, avanzaba paso a paso pisando la nieve de este glaciar y descansaba el peso de mi cuerpo en el báculo de peregrino que habíamos comprado en el mercadillo de Pahalgam, a los 2.000 metros de altitud, cuando comenzamos esta yatra.

"La verdad -pensaba yo- es que el fervor de estos peregrinos es, sin duda, comparable al de Lourdes, Fátima o la de la peregrinación jacobea medieval", y recordaba el viejo libro del etnógrafo francés Romain Roussel "Les pélegrinages" , que devoré, antes de venir a Amarnath, buscando sin encontrar algún dato sobre las importantísimas peregrinaciones del hinduismo: por eso escribo estas líneas en el afán de dar un poco de luz sobre este viaje milenario.

AMARNATH: MITO Y LEYENDA

Cuentan las leyendas que el dios Shiva, al salir de uno de sus numerosos éxtasis ascéticos, relató a su mujer, Parbati, el secreto de la salvación eterna. Parece ser que la leyenda señala una cueva a 4.000 metros de altura enclavada en el valle de Líder, en el estado indio de Kashmir, donde Shiva solía meditar en solitario. Como recuerdo de esta suprema revelación, Shiva se transformó en un lingam de hielo que, según los devotos, se disuelve y se expansiona con el plenilunio de agosto, adquiriendo entonces su máximo esplendor y expansionando toda su energía y su potencia creadora. Asimismo, como testimonio, nacieron dos pequeños lingams de hielo que simbolizaban a Parbati, la mujer de Shiva, y a Ganesh, su hijo, el dios con cabeza de elefante. Toda esta simbología del falo, la energía y el culto del tantra, se aúnan en esta peregrinación de devotos que vienen a escuchar las profundas vibraciones de su alma en contacto con las de la suprema espiritualidad que aquí se encuentran.

Mis pensamientos discurrían por los textos del gran santo y filósofo hindú Swami Vivekananda, que se señala que allí se ve la profunda devoción de toda la cultura hindú. Y, efectivamente, puedo decir que hemos recibido esas profundas vibraciones durante estos días de marcha.

Mientras Shiva contaba a Parbati el secreto de la suprema salvación, dos de los sirvientes del dios se transformaron en palomas y cuenta la tradición que , para realizar una auténtica purificación, los devotos deben ver dos palomas volando por el techo de la cueva al salir de la misma. Varios brahmines, con quienes coincidimos durante la peregrinación, me aseguraron satisfechos que , después de haber realizado las ofrendas y el pooja (preces) al lingam, pudieron observar las palomas volando alrededor de la cueva.

Shiva, el dios simbolizado entre otras muchas cosas por su largo tridente y su piel de leopardo cubriéndole la larga cabellera de santón, dijo a todos sus seguidores que deberían realizar una peregrinación a este lugar santo para purificarse y obtener todas las mercedes que, por su lealtad y culto, él concedería.

Sin embargo, según el viejo libro sánscrito "Bheringesha Samhita", escrito en el principio de los tiempos, el rishi (hombre santo) Bheringesha fue invitado por sus discípulos para que les enseñara el camino de la salvación, tal y como había dicho Shiva. El les dijo que la salvación pasaba por Amarnath, y les instruyó a realizar el dorshan en el sagrado lingam de hielo. Los peregrinos comenzaron el viaje, pero fueron atacados por los demonios rakshasas que impidieron el acceso a la cueva con tormentas de nieve, ciclones, avalanchas y muertes por los profundos desfiladeros que jalonan el camino; y podemos decir que todavía hoy siguen impidiendo el acceso a la cueva, por cuanto es frecuente la muerte de numerosos peregrinos cuando las súbitas tormentas de nieve azotan sin aviso a los desguarnecidos devotos.

Entonces, el santo rihi Bheringesha rezó a Shiva que, en recompensa por su fervor, le entregó un cetro sagrado para protegerse y repeler a los demonios rakshasas de sus continuos ataques. Este cetro es el símbolo de esta larga caravana de peregrinos y se llama el chhari sahib, y desde hace milenios, cuando comenzó la primera peregrinación a Amarnath, es llevado por el hombre más santo de la peregrinación, el Dharmath Trust, desde Srinagar, a más de 150 kilómetros de distancia de este recóndito lugar donde ahora nos encontramos. Los auténticos peregrinos siguen andando al chhari sahib durante otros cien kilómetros antes de comenzar la marcha de alta montaña, de 56 kilómetros, que nosotros estamos realizando.

Gracias a este cetro, que sale acompañado por todos los santones sadhus y rishis de la expedición, podemos tener una peregrinación segura en esta luna llena de agosto de mil novecientos ochenta y siete, sin más incidentes graves que unas pequeñas indisposiciones intestinales; posiblemente unos pequeños rakshasas en forma de amebas.

Los puranas, antiquísimos textos protoarios anteriores a los vedas, al parecer, hablan ya de esta peregrinación, y se estima que al menos desde el año 1000 A.C. esta peregrinación ha tenido lugar por el mismo suelo sagrado que mis botas profanan mientras rememoro toda esta tradición.

Parece que también en El Rajatarangiri (la historia de Kashmir) se habla de la cueva de Amarnath, donde el rey Dam Deva de Kashmir encerró a su opositor, el rey Sukh Deva, en alguna otra cueva próxima de este valle milenario. En cualquier caso, es el año 34 A.C. cuando la paleontología y los criptógrafos están absolutamente seguros de las visitas que el rey Saidimati realizó a este lingam.

La historia de la peregrinación se pierde en la noche de los tiempos hasta que, hace 400 años, los Maliks de Botakot, un pueblo cercano a Pahalgam, descubrieron que esta cueva y observaron en ella un lingam como una formación extraordinaria de la naturaleza con incrustaciones de sedimentos, calcedonia y otros elementos, mientras que el experto P.T. Anand Kave, pionero en la arqueología de Kashmir, dice que este lingam es simplemente agua pura convertida en hielo, y que este fenómeno extraordinario en una cueva absolutamente seca, todavía lo es más si se piensa que se disuelve y desaparece en función de las fases de la luna, símbolo supremo de Shiva, creciendo y aumentando notablemente su tamaño en la luna de agosto.

Desde su descubrimiento, los Maliks reciben un tercio de las dádivas que los peregrinos realizan en la cueva.

EN RUTA

Pienso todo esto recordando los largos años que he estado fantaseando sobre la misteriosa cueva y las numerosas conversaciones con todos los brahmines de la expedición, y ahora descanso esperando el primer baño que nos daremos junto a los peregrinos en el agua helada que procede del glaciar en Chandawari, primera parada de la peregrinación, a 2.895 m. de altitud.

El agua helada que cae del glaciar, a pocos metros de donde nos bañamos, nos produce un dolor tan fuerte en los pies que nuestra purificación es más bien fugaz.

Después de Chandawari llegamos a Sheshnang (3.718 m.) donde un lago de belleza indescriptible es alimentado por las aguas de las cataratas y colas de caballo de los glaciares cercanos. Aquí se encuentra, según la tradición, una serpiente gigante, uno de los demonios rakshasas que impiden el paso a los peregrinos no protegidos por el cetro chhari sahib.
Desde Sheshnang subimos, siempre con el albor de la aurora, hasta Panchtarni y cruzamos el punto más alto del viaje, a 5.000 metros, bajando por fin hasta nuestras tiendas de campaña donde nuestros cuerpos, cansados después de siete horas de camino, reposan en la lluvia rodeados tanto de excrementos de animales como de peregrinos.

El camino de Panchtarni hasta la cueva, ya a sólo 6 km., se denomina Sant Singh Rout y termina en un enorme glaciar por donde discurre el río Amaravati. Este es, sin duda, el río más sagrado de toda la peregrinación y todos los peregrinos tienen que realizar sus abluciones en él.

Aquí Shiva, el destructor de la ignorancia, se convierte en luz de luces, y todas las demás, la del sol, las estrellas y la luna, emanan de él y se derivan de su supremos y celeste resplandor (soma kala); es su máximo símbolo, y de ella supura un néctar sublime que cae sobre las aguas del río Amaravati. Todos los dioses que se acerquen a Shiva en este sagrado lugar alcanzarán la inmortalidad.

PREPARATIVOS PARA LA RECTA FINAL

Los peregrinos se bañan en el río Amaravati y se frotan con el sedimento sagrado del río, amburbooth, para impregnarse de la inmortalidad de Shiva. Una vez limpios cambian sus ropas y suben los últimos metros entre empujones antes de entrar en la cueva. Una larga cola de más de 20.000 peregrinos produce un griterío ensordecedor y durante horas todos los fervorosos seguidores de Shiva esperan su turno.

Al entrar en la cueva el devoto se hace uno con su dios, y adora el sodha lingam, mientras hace las ofrendas pooja con flores traídas desde los valles de Kashmir o desde los recónditos lugares de la India donde cada uno comenzó la peregrinación.

Cada peregrino entrega pimienta negra, azúcar especies, alcanfor o aceite de mantequilla, resinas o telas de oro y plata. Los santones que acompañan al cetro protector de la peregrinación, el chhari sahib, se congregan alrededor de lingam, calentando sus cuerpos desnudos con fuegos y shiloms de hassish que fuman continuamente entre toses producidas por la bronquitis, el humo y el ambiente cargado de sándalo que cada peregrino enciende junto al chhari sahib. Los ojos entrecerrados y los labios mascullando Mantras y rezos de los vedas y los tantras, dan a los peregrinos un aire de santo fervor y pía devoción.

Todos ellos miran hacia las tenebrosas oscuridades del techo de la cueva, donde el más afortunado verá a los dos sirvientes de Shiva convertidos en palomas de las nieves y recitará entonces el Mantra Ishwara Darshan Pa'yare mientras aplaude con sus manos y pide ardientemente un deseo en el fondo de su alma.

Desde la bóveda de la cueva las gotas de humedad, ambrosía sagrada, caen sobre sus cabezas. Antes de salir llenan sus cántaros y recipientes de agua sagrada que un santón sumiso vierte, mientras depositan paisas o billetes de 5 ó 10 rupias los más adinerados.

Abajo esperan los dandies, porteadores de palanquines que los píos devotos han utilizado durante todo el trayecto. Un poco más abajo, los poonies, guardados por los belicosos y altivos gujaras, tribus nómadas del norte que traen allí sus caballerías a pacer en los pastos de verano, esperan a aquellos peregrinos inválidos o que por su avanzada edad no pueden caminar sin ayuda.

Los peregrinos, ya purificados después de ver a su dios durante unos pocos segundos, bajan las escaleras de piedra de la enorme cueva empujados por los santones, mientras una larga retahíla de sadhus les persigue pidiéndoles dinero.

Empujados por unos, perseguidos por otros, despreciados por los demás por impíos e infieles, abandonamos la cueva. Delante de nosotros tenemos todavía siete horas de marcha para bajar hasta Soniamarg, donde nos espera un bien merecido descanso. Más purificados y limpios que antes, a pesar de nuestro aparente estado maloliente y cansino, esperamos que nuestra próxima reencarnación sea más benéfica con estos "cuerpos" y abandonemos esta tierra santa satisfechos de haber logrado, otra vez, realizar un viejo sueño de una noche de luna llena de verano.

Mientras tanto, el Mandala de la vida seguirá girando y girando y la ley del karma continuará su ancestral devenir.

Al abandonar la cueva gritamos alborozados el Mantra del Amarnath yatri (peregrino), mientras jubilosos los peregrinos que nos siguen lo corean al unísono.

¡Bol Swami Amar Nath Ki Jai! ¡Bol Swami Amar Nath Ki Jai! Jai... Jai... Jai... Jai...

Diego de Azqueta Bernar