DIVERSIDAD CULTURAL EN AMAZONIA
Texto y fotografías: Diego de Azqueta Bernar.©copyright Diego de Azqueta Bernar

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Cuando hablamos de diversidad y la biodiversidad amazónica, todos pensamos en las sesenta mil especies arbóreas, en los dos millones de insectos no clasificados o en los cientos de mamíferos que esconden los ecosistemas amazónicos, pero pocas veces nos paramos a pensar en la enorme diversidad cultural que se ha perdido y se está perdiendo con las actuales políticas de los países amazónicos.

Según datos del SIL (Summer Institute of Linguistics), todavía quedan en el planeta unas seis mil lenguas diferentes, de las cuales un millar se encuentran en América y unas quinientas aproximadamente en la cuenca amazónica. Estas cifras nos dan una idea global de la diversidad de pueblos y culturas que viven en la Amazonía, aunque esto sea muchas veces un mero discurso académico y antropológico. Si nos fijamos en el aspecto social y humano de estas culturas, comprobaremos que muchas de ellas se están extinguiendo a un ritmo vertiginoso.

Las cuencas fluviales del Amazonas y sus afluentes en Colombia, Perú, Brasil, Ecuador, Bolivia y Paraguay, ecosistemas siempre de enorme diversidad biológica, encierran sin duda los restos preciados de los primeros pobladores de las Américas: los pueblos indígenas amazónicos. Estos pueblos llegaron a la región hace diez mil años y son si duda los únicos entre los primeros pueblos americanos que todavía viven y mantienen sus cultura, su tradición y sus lenguas originales.

Según datos de la COIAB, la Confederación de Naciones Indígenas del Brasil, existen 216 sociedades, naciones o culturas indígenas en los distintos estados federales de la República del Brasil y unos 368.000 indígenas repartidos por toda la Amazonía de ese país, que hablan 180 lenguas diferentes, asociados en 75 organizaciones. Habitan un territorio de 87.000 hectáreas demarcadas y 17.553.334 de hectáreas en proceso de demarcación. Son yanomamis, kayapos, guaraníes, bororos, matis, zoes, kamayura, xicrin, surui o kreen, akarores, todos ellos marginados por la sociedad brasileña, marginación que basta para demostrar que la tan traída y llevada diversidad es en realidad frágil y un monumento histórico en estado de extinción galopante y exponencial. Los ataques a las culturas y a los pueblos indígenas amazónicos adquieren en muchos casos la forma de invasiones ilegales en territorios indígenas y muchas otras veces son directamente asesinatos de lideres y caciques, fruto de los conflictos por la tierra, unos territorios que siempre pertenecieron a los indígenas y de los que hoy son desposeídos.

Brasil es un país de referencia en lo que debería ser el marco jurídico de protección de las sociedades indígenas amazónicas. Es un país legalmente muy avanzado, con una Constitución que defiende la tierra indígena, con un Estatuto especial, que defiende a los indígenas ante la Ley, y que ofrece un marco de actuación, promoviendo los derechos fundamentales de esas 216 tribus amazónicas. Otra cosa muy distinta es el cumplimiento de esa Constitución y esas leyes, que hasta ahora han sido violadas para satisfacer los importantes intereses económicos que se están apropiando de los territorios indígenas, enclavados en los bosques amazónicos, en zonas de enorme biodiversidad que esos pueblos indígenas preservan como lo han venido haciendo durante siglos.

El recién nombrado presidente Lula en anteriores campañas ha hecho gala de una profunda sensibilidad hacia los derechos de los indígenas de Brasil y muchos confían en que hoy sea un gran aliado de ellos, y por ende un defensor de esa diversidad cultural y de esos pueblos indígenas en extinción.

Como muestra de esta extinción, basta con recordar los suicidios colectivos de jóvenes guaraníes ingiriendo venenos químicos por no tener su existencia ningún futuro y por la pérdida de sus tierras. Y esto sólo es un ejemplo de la frustración colectiva de sociedades enteras que están desapareciendo. La cara contraria la encontramos en otros territorios indígenas, como el Parque Nacional de Xingú por ejemplo, promovido por los hermanos Villas Bôas en los años sesenta, en donde más de diez culturas distintas viven en relativa armonía con la naturaleza manteniendo su cultura tradicional y su modo de vida secular, tomando de la sociedad moderna ciertos objetos materiales y los servicios médicos necesarios para mejorar su calidad de vida.

LA CUESTION LINGÜISTICA

Las lenguas amazónicas siguen siendo un problema para los lingüistas y una excusa para quienes sostienen que los indígenas están sobreviviendo y mejorando su calidad de vida. Las ramas lingüísticas je, arawak, tupi, karibe, y macro je, son probablemente las fuentes lingüísticas de las más de las 180 lenguas del Brasil, pero estas lenguas tienen muy poco que ver con las habladas por otros vecinos amazónicos del Perú, donde una tribu como los mashcos piros, o arahuacas del alto Madre de Dios -pueblos indígenas sin contacto, aislados voluntariamente de la sociedad peruana- no pueden comunicarse con sus vecinos korubos, del Brasil.

Las culturas de los indígenas korubos o yanomamis, del valle de Javari, donde la organización indígena cipaja engloba a más de diez tribus, sociedades y culturas distintas entre si, son completamente distintas en su cosmogonía y cultura material a las de otros pueblos amazónicos distantes tan sólo unos pocos kilómetros y configuran un ejemplo más de una endogamia cultural que aísla a unos pueblos de otros, con territorios perfectamente demarcados desde su llegada a estas tierras, hace ya diez mil años.

La diversidad cultural se aprecia también en la variedad de formas de caza, utensilios y sociedades de la Amazonía. Unos pueblos usan cerbatanas que se introducen en la boca, otros bodoqueras que soplan al depositarse sobre los carrillos de la boca, modernas escopetas de caza con las que continúan cazando para subsistir en sus cotos, perfectamente conocidos, en la espesura de la selva amazónica. Otros grupos usan los cacetes, los mazos o bodumas para defenderse, mientras que la gran mayoría utiliza los servicios de sus abogados, amenazados por los terratenientes, para defenderse judicialmente en un país donde la justicia es lenta, ineficaz y muy prolija. Todos ellos conforman culturas y sociedades muy ricas y muy diferentes entre sí.

Todavía quedan algunos cazadores recolectores, voluntariamente aislados, que ni tan siquiera utilizan cerámicas para cocinar, mientras en otros lugares, indígenas, desposeídos de sus territorios tradicionales, viven en los suburbios de las ciudades amazónicas.

La otra cara de la moneda, la esperanza está en que el movimiento indígena del siglo XXI ha estructurado organizaciones indígenas fuertes y donde los nuevos líderes indígenas luchan en los foros internacionales, defendiendo con fuerza sus derechos y fomentando corrientes de opinión pública que les apoyan. El foro permanente de los pueblos indígenas, en el seno de la Comisión de Derechos Humanos, dentro del ECOSOC de la ONU en Ginebra es uno de ellos. El Convenio de diversidad biológica, que en sus artículos 8j y siguiente defiende y protege la propiedad intelectual indígena, es otro instrumento internacional que los indígenas, gracias al apoyo del estado español, vía la AECI, manejan con soltura.

Perú es otro estado amazónico de enorme vulnerabilidad cultural, cuenta con 64 grupos indígenas amazónicos, 1340 comunidades y 48 federaciones, todas integradas en la organización nacional AIDESEP, que incluye a pueblos desde ashamicas hasta shuaras, o aguarunas, mashcos pirus o arahuacas, y con algunos grupos indígenas aislados voluntariamente. En este país las leyes son más frágiles y a través de sus resquicios se violan sistemáticamente los territorios indígenas que tienen, sin duda menos protección legal que en el Brasil. Probablemente, con la concesión del Premio Bartolomé de las Casas a la primera dama del Perú, antropóloga y defensora de los indígenas, se pueda ver una mayor estrategia de defensa de poblaciones indígenas desde el máximo nivel del poder ejecutivo. Y ello a pesar de que los lobbies de madereros y otras industrias extractivas que negocian sus concesiones en las fronteras del parque de Manu y en otras zonas de alta protección ambiental, en áreas de indios aislados, no estén muy de acuerdo con nada que tenga relación con la preservación de las culturas indígenas.

FENAMAD, la Federación de Nativos del Madre de Dios, en Perú, que también ha sido premiado con el Premio Bartolomé de las Casas, denuncia estos días en el Banco Mundial, en Washington, e intenta impugnar esas concesiones que aniquilarán de nuevo a otras culturas, las últimas que quedan en el Amazonas peruano.

Colombia es otro de los grandes estados amazónicos, con 84 pueblos indígenas asociados en la OPIAC, Asociación de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana. Son grupos indígenas que hablan 80 idiomas, según datos de la ONIC, la Organización Indígena de Colombia, con 13 familias lingüísticas diferentes que engloban 700.000 indígenas agrupados en al menos 30 distintas organizaciones. Los problemas de los indígenas en Colombia están indisolublemente unidos a las guerrillas que invaden sus territorios, al narcotráfico, y a las fuerzas paramilitares que presionan, cada uno desde su ángulo, los territorios de esos pueblos amenazados.

Pero por otra parte debemos asimismo entender que todavía muchas sociedades indígenas no están organizadas políticamente a nivel local para defender sus derechos y se representan a nivel regional por sus organizaciones nacionales, todas ellas encuadradas en la COICA, la Confederación de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica.

EL PROBLEMA DE LA ACULTURACIÓN

Esta diversidad cultural amazónica es asimismo diversa en sus grados de aculturación y de pérdida de valores culturales al integrarse cada vez más en los estados que pretenden engullir sus territorios ancestrales pese a que las declaraciones y las políticas estatales puedan parecer otra cosa diferente.

Los datos de los historiadores del Amazonas que se suelen manejar, hablan de la existencia de cuatro millones de indígenas amazónicos en el momento en el que el explorador Francisco de Orellana realizó su histórico descubrimiento y la primera navegación europea del gran río. De todos aquellos centenares de tribus y culturas, millones de indígenas y cientos de sociedades desaparecieron para siempre, en un inmenso genocidio causado principalmente por enfermedades de los blancos, como viruelas, sarampión o gripe, y esclavizados igualmente por los narcotraficantes, como en el caso de los ashaninkas o los mismos korubos del remoto Valle de Javari.

Desde 1920 hasta los años setenta, se cree que son unas sesenta las tribus o culturas indígenas que han desaparecido completamente. También que se han perdido para siempre los idiomas de esos pueblos y sus ricas culturas.

Siguiendo con la diversidad cultural de la Amazonía, hay que destacar que en Bolivia, la IDOB, Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia, engloba 34 sociedades y culturas distintas, todas muy organizadas, que desde la gran marcha por el territorio y la dignidad de Beni que recorrió 640 kms del país, ha conseguido un amplio reconocimiento social y una serie de decretos supremos por los que el Ejecutivo reconoce el derecho de los pueblos indígenas a sus territorios ancestrales.

En Venezuela, los 32 pueblos indígenas, todos diferenciados lingüísticamente y culturalmente, están englobados en la CONIVE, una organización que recoge a todos los primeros pobladores amazónicos de este país. La Guayana Francesa, con 157.000 habitantes, engloba a 15.000 indígenas que habitan en la selva, que cubre el 92 por ciento del país y donde viven seis pueblos indígenas, entre ellos los lokonos, los kali-na, los wayana y wayapis, que se dispersan en las cuencas de los ríos Amana Maronis, Iracubos o Oaapock y que sufren enormes conflictos con las empresas madereras que asolan el país.

Existen también, aunque son minoritarias, las bandas aisladas de familias o clanes de una veintena de individuos que errando por la selva se escapan de una civilización a la que no quieren pertenecer y que sólo les ofrece marginación y enfermedades. Ocurre en Ecuador con los tagaeris, en Brasil con los korubos y con los flecheiros, con los amahuacas en Perú, y con algunos grupos de nombre desconocido en remotas cabeceras de ríos, todavía no explorados por los europeos del siglo veintiuno.

Quizá un último símbolo de la preservación de esta última diversidad cultural del planeta sea el proyecto que Sydney Possuelo, director de Departamento de Indios Aislados de la FUNAI en Brasil, quien pretende realizar una conferencia internacional de países amazónicos que consoliden políticas basadas en lo que su Departamento brasileño, dentro de la FUNAI, realiza con sus seis equipos de campo. Se aplicarían en países sin experiencias prácticas en defender a estos últimos sobrevivientes en países, como Paraguay o Bolivia además de Venezuela y Colombia o Ecuador.

Los grados de defensa de la identidad indígena y por ende de la diversidad cultural son abismalmente distintos, si se trata de los pueblos indígenas de áreas demarcadas y legalmente protegidas en Brasil, de los que sobreviven sin ninguna protección territorial hacia el interior de Ecuador. Este país, ahora con un gobierno indígena con lideres indígenas como la ministra de Asuntos Exteriores, Nina Pacari, líder de la COIAE, la organización más prestigiosa y activa de Ecuador, es un ejemplo de gobierno indígena y es plausible que podamos ver en un futuro muy próximo como se llevan a cabo políticas muy indígenas si los lobbies del petróleo u otras industrias extractivas ecuatorianas aceptan preservar ciertas áreas y mantener el último grupo indígena aislado que queda en Ecuador, los tagaeri, el clan del jefe taga, en puridad, que son los primeros ecuatorianos y en realidad los últimos ecuatorianos que quedan en estado prístino, sin ningún contacto con la sociedad actual.

Así, en este principio de siglo, los últimos americanos puros, los primeros pobladores del continente, luchan por sobrevivir con estrategias muy diversas, para adaptarse a unos tiempos muy difíciles en los que parece complejo entender la diversidad cultural de los semejantes. Se pretende homogeneizar globalmente a estos pueblos para así integrarlos en las bolsas de pobreza de las grandes urbes amazónicas y acabar siendo un ejemplo más en los museos donde se exhibirá su cultura material. A este desafío histórico, las organizaciones indígenas dicen no con valentía y fuerza, demostrada por su supervivencia hasta hoy, y aseguran en todos los foros regionales e internacionales que lucharán hasta su última gota de sangre para defender unos derechos que poco a poco y despacio, muy despacio, se les están reconociendo.

Diego de Azqueta Bernar