BIODIVERSIDAD, PUEBLOS INDÍGENAS
Y PROPIEDAD INTELECTUAL

Texto y fotografías: Diego de Azqueta Bernar.©copyright Diego de Azqueta Bernar

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Representantes indígenas de las más de 5000 culturas existentes en el planeta se darán cita en Madrid entre los días 19 y 28 de Noviembre para conseguir la protección legal frente al uso comercial injusto que las industrias farmacéuticas y alimentarias hacen de sus conocimientos tradicionales desde Occidente.

Más de 80 indígenas de Asia, África, Pacífico, Europa, América del Norte, Centroamérica y América del Sur pertenecientes a las más diversas étnias como por ejemplo Mapuches de Chile, Bosquimanos de Kalahari, Inuts de Alaska, Pigmeos del Zaire, Lapones-Saami de Finlandia y Massai de Tanzania se reunirán en el II Foro Indígena sobre Biodiversidad en la Casa de América de Madrid, organizado por Watu-Acción Indígena y con la financiación de la AECI, cuya apertura será el día 19 de noviembre de 1997 a las 13:00 horas.

El hecho de que los pueblos indígenas habiten en las zonas de mayor biodiversidad del planeta no es casual, ya que durante milenios han venido desarrollando, conservando y usando los recursos naturales existentes en sus tierras.

El Convenio de Diversidad Biológica firmado en Río de Janeiro establece " La necesidad de preservar y mantener los conocimientos, innovaciones y prácticas de los pueblos indígenas y las comunidades locales pertinentes para la conservación de la biodiversidad"

Según datos del PNUD (Programa de Naciones unidas para el desarrollo) en su último informe de RAFI, al menos el 80% de la población mundial depende de plantas manejadas por indígenas para atender a sus necesidades medicas y al menos un 50% de los habitantes del planeta usan simientes y productos agrícolas descubiertos y procesados por pueblos indígenas para alimentarse, dependiendo para su subsistencia del conocimiento indígena.

Todavía existen 5000 culturas indígenas en el planeta que suman 300 millones de personas agrupadas en tribus, aldeas, clanes y nacionalidades viviendo en territorios indígenas, en todos los continentes, que contribuyen a que las empresas farmacéuticas facturen más de 60.000 millones de dólares al año en medicinas derivadas de plantas y medicinas sustraídas a los pueblos indígenas, sin que ninguno de los inventores indígenas participen de los beneficios de esa plantas ni de su crédito cultural.

El 7% del planeta, siempre en territorios indígenas (en selvas húmedas, desiertos, tundras, los últimos habitáis), contiene el 70% de la biodiversidad de flora y fauna que todavía queda en el mundo.

Al mismo tiempo, occidente depende cada vez más de la biodiversidad, que se encuentra en los territorios indígenas, para atender a las nuevas demandas de la ingeniería genética, la bioagricultura y los nuevos sistemas limpios, sin componentes químicos que los consumidores, más concienciados con los problemas de calidad y salud, reclaman ante la creciente necesidad de atender nuevas necesidades en la medicina y la agricultura.

Desde hace unos pocos años, una cohorte de etnobotánicos financiados por las grandes compañías farmacéuticas del norte están invadiendo las aldeas indígenas en una nueva biopiratería; su objetivo: los shamanes indígenas y la sustracción de su conocimiento de plantas y simientes y a través de ellos, la localización de plantas (mas de 35.000 ya están siendo utilizadas) empleadas y manejadas por los shamanes y herbolarios indígenas.

Más de 200 compañías farmacéuticas están presentes en las selvas tropicales participando de esta biopiratería en la que utilizan a los indígenas en su forma más consumible, de "usar y tirar". El ratio de un fármaco extraído de cada 10.000 plantas estudiadas por los botánicos es uno que se emplea en la industria según datos de RAFI. Sin embargo, si se incorpora el conocimiento indígena de las plantas y se acude a una aldea amazónica o de Papua Nueva Guinea, por ejemplo, y se utilizan los conocimientos, la "propiedad intelectual" del shaman, entonces el ratio sube a 1 fármaco de cada 2 plantas estudiadas. Es entonces cuando la biopiratería comienza a ser verdaderamente rentable. Esto es lógico si se piensa que se esta incorporando un conocimiento transgeneracional probado a lo largo de siglos por los sahamanes que sucedieron a ese shaman usado por la compañía.

Entonces, este ratio convierte en muy rentable la inversión, si tenemos en cuenta que una compañía normal puede tardar 12 años y gastar 230 millones de dólares en sacar un medicamento a la calle.

Sin embargo, si esa misma compañía utiliza el conocimiento de la farmacopea de un shaman indígena, como en el caso de la rosa Periwincel de Madagascar, por poner ejemplos concretos, observaremos que la compañía farmacéutica que la comercializa tiene, sólo con ese producto indígena (descubierto por los shamanes indígenas), beneficios estimados en 100 millones de dólares al año. y ha sacado el fármaco en un periodo menor y con una menor inversión en investigación, pues ese trabajo ya estaba realizado por los médicos indígenas locales.

Sin embargo, a pesar de usar la propiedad intelectual indígena, ninguna compañía paga ningún royalty a los shamanes que inventaron el manejo de esas plantas. Por el contrario, estas compañías sí registran la propiedad intelectual y se benefician de los royalties como si ellos mismos hubieran inventado tales sistemas de elaboración.

Cada día desaparecen en el mundo más de 100 especies de flora y fauna, si calculamos los beneficios que cada fármaco generado en la biodiversidad del planeta genera, observaremos, en clave económica, las cuantiosas pérdidas que esta destrucción de la naturaleza origina.

Se calcula que los beneficios de la biodiversidad de un país rico en biodiversidad, como es Ecuador, si no se talan todos sus bosques húmedos, como esta sucediendo ahora, puede ser cifrado en entre 250 millones y 429 billones de dólares dependiendo de si es Ecuador el dueño registral, en registros del norte, de la propiedad intelectual de las medicinas inventadas por los indígenas con las plantas de ese país o si esa propiedad intelectual se transfiere a un país rico del norte por los sofisticados sistemas legales que se están imponiendo en el mercado mundial, en otras palabras, la biopiratería sofisticada, de guante blanco.

El nuevo sistema de patentes, las normas del WIPO, la globalización de la economía mundial, el GATT, el convenio Trips en el seno del GATT, la ronda Uruguay y la nueva Organización Mundial del Consumo tienden, entre otras cosas, a crear una mayor dependencia de los países pobres del sur y concretamente de los pueblos indígenas, permitiendo que a través de complejos sistemas legales, a los que solamente algunas grandes compañías tienen acceso, puedan realizarse patentes sobre inventos que los pueblos indígenas han realizado, pero que debido a las enormes trabas legales y costos económicos de patentes y procesos judiciales, esos mismos pueblos indígenas nunca podrán patentar, entregando entonces la propiedad de esas plantas a las poderosas compañías del norte, quienes a su vez sí que patentan estos inventos como si hubieran sido desarrollados por estas compañías, apropiándose de una propiedad intelectual que no les pertenece.

Cualquier "hombre medicina" o shaman del sur maneja, como fuente de sus medicinas, 200 ó 300 especies de plantas tropicales (los "Dani", de Papua Nueva Guinea, más de 6.000 especies diferentes) todas desconocidas para nuestra ciencia, comparadas con las 20 ó 30 que pueda manejar un herbolario europeo o cualquier campesino de nuestros países del norte.

Existen cientos de ejemplos, algunos como el esteroide Diosgenin, (componente de muchas píldoras anticonceptivas) que se origina en un invento anticonceptivo de indígenas de Guatemala y México, que se utiliza con gran éxito entre ellos desde hace cientos de años. Las empresas del norte que lo comercializan generan enormes beneficios sin dar crédito cultural ni beneficio a sus inventores indios, o la emetina una droga amoebocida utilizada desde siempre por los indios para combatir la disentería, o la pilocarpina usada por los indios a través del "pilocarpus jaborandi" en la amazonia brasileña. Todas ellas generan cientos de millones de dólares de beneficios una vez biopirateados y comercializados, sin pagar royalties a sus inventores indígenas.

Los alcaloides anticancerígenos de la vinca, la reserpina, la dioscorea, la teterodoxina, la picrotoxina, la pilocarpina, los herbicidas naturales del neem, el sissal, los aceites de palma, la cassava, el yam, la batata, el famoso veneno "curare" (conocido como tubocuranina) y otros miles de productos indígenas, originan miles de millones de dólares de beneficios a algunas empresas farmacéuticas y contribuyen de manera decisiva a la mejora de la calidad de vida del planeta. Sin embargo, una vez más, ninguno de estos inventos indígenas paga royalties a sus inventores indígenas, cosa impensable una vez registrado en los países del norte y obligando a los consumidores del norte a pagar a los que biopiratean a los inventores indígenas.

Sin embargo, los pueblos indígenas, sus descubridores sólo sufren persecuciones y etnocidios en la mayor parte del planeta y nadie les da su crédito cultural por estos fabulosos inventos para la humanidad.

Los pueblos indígenas deben que tener el crédito cultural y el crédito económico por su importante contribución a la medicina y bioagricultura de nuestro tiempo. Sin embargo, entre los consumidores del norte y entre las compañías que se lucran con estas plantas, nadie recuerda que la uña de gato, el guaraná, la sangre de drago, entre otros miles de ejemplos que existen, son el resultado de una sofisticada manipulación de simientes y tratamientos científicos utilizados por los indígenas para elaborar como nuestra bioagricultura y bioingeniería elabora, esas y otras plantas y conseguir los sorprendentes resultados que nuestros consumidores tanto anhelan.

La esencia del debate está en la supervivencia de los pueblos indígenas y en la defensa de sus territorios seculares que es la mejor garantía para el mantenimiento de una biodiversidad adecuada y justamente repartida entre las 5.000 culturas indígenas y la avidez desenfrenada de las compañías del norte, para que la ciencia indígena pueda ser una aportación a la mejora de los ciudadanos de todo el planeta.

El "conocimiento" indígena es una aportación a la sociedad occidental que no podemos permitirnos el lujo de desdeñar y las Naciones Unidas, el PNUD, el Convenio de Biodiversidad, el WIPO y todos los organismos internacionales tienen que realizar una contribución justa a estas culturas milenarias que pueden salvar el pensamiento occidental de la crisis de valores que ahora tiene que incorporar, de manera justa, un conocimiento indígena transgeneracional, holístico y solidario a todos los ciudadanos del planeta.

Ecología y defensa de pueblos indígenas debe pues ser una misma cosa, una defensa de la biodiversidad y del conocimiento de las culturas que protegieron y manejaron equilibradamente esa biodiversidad, preservándola hasta nuestros días.

Las Naciones Unidas han declarado la Década de los Pueblos indígenas, confiemos pues que esa magnífica declaración pueda verse implementada con medidas eficaces y prácticas que defiendan las culturas indígenas, como son los sistemas de protección a la propiedad intelectual indígena, algo tan de moda en occidente y tan poco interesante para que los indígenas puedan beneficiarse.

Pero antes deberemos aprender a cambiar nuestras mentalidades "legales", pues para los indígenas no existe Propiedad Privada Intelectual de su conocimiento y tecnología, en el sentido de las patentes copyrights y otros sistemas de Propiedad Intelectual Capitalista. Para ello esa propiedad intelectual indígena debe calificarse como Recursos Tradicionales y comunales y conocimientos de los que toda la colectividad indígena que los inventó de manera transgeneracional, colectiva y logística.

Deberán beneficiarse de los nuevos escarceos legales de la ley del folklore de la UNESCO, el dominio público de pago y otros nuevos conceptos deben acuñarse internacionalmente, serán instrumentos válidos para esa nueva Protección Jurídica.

Watu, Acción Indígena, realizando su "pasilleo" o lobby en el seno del convenio de Biodiversidad de Montreal, sugiriendo al Gobierno español vía la SECIPí y organizando el Foro Internacional Indígena, 22 de Noviembre de 1997 y hospiciando y siendo el anfitrión de la Convención de la Biodiversidad en su artículo "8 J" que defiende a los Indígenas, contribuye con un grano de arena muy importante y político en esta lucha por el reconocimiento Internacional de estos intelectuales indígenas.

Diego de Azqueta Bernar, presidente de Watu Acción Indígena