EL ÚLTIMO GRITO DE TAKUMÁ
EN DEFENSA DE LAS CULTURAS INDÍGENAS

Texto y fotografías: Diego de Azqueta Bernar.©copyright Diego de Azqueta Bernar
Publicado en: EL PAÍS, Mayo 1989

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El mundo occidental civilizado debería, aunque sólo fuera desde su visión egoísta de las cosas, señala el autor, frenar el etnocidio y el ecocidio que está provocando entre las etnias indígenas y su entorno, porque con ello destruye su propio interés y todo el saber oculto de las ya escasas culturas indígenas del planeta.

En la luna llena de julio de 1974, durante la celebración de los ritos funerarios del Kuarup en el alto Xingú, estuve conviviendo durante dos meses en la maloca de Takumá, el jefe de la tribu kamayura. Takumá, el pajeé (hechicero) más importante del alto Xingú, se está muriendo, herido de muerte por "un rayo", según dice Sting en su último libro.

Con la muerte de todos los hechiceros y pajes indígenas de las distintas etnias del planeta, la ciencia farmacológica occidental pierde conocimientos imprescindibles para descubrir las claves de muchos de los males que aquejan a nuestra supuesta superior sociedad civilizadora.

No nos damos cuenta de que matando a los indios, matando a los indígenas en Indonesia, Irían Jaya, Bangladesh, Filipinas, Australia o la India, o en muchos otros lugares donde todavía viven culturas diferentes a la nuestra, matamos nuestra supervivencia como especie también. Matándoles a ellos, deforestamos también sus selvas y destrozamos su medio ambiente, desequilibrando el delicado equilibrio del planeta.

Teníamos que recordar ahora que un 25% de la farmacopea moderna procede de las selvas tropicales. Los indios Chacoboo de Bolivia, por ejemplo, utilizan 649 especies vegetales en una hectárea de selva, ninguna de ellas conocida y menos aún clasificadas por la botánica occidental. Los shamanes dani en Irian Jaya y Papúa Nueva Guinea manejan más de 6.500 plantas curativas de las que nuestra botánica carece de conocimiento.

Todas las tribus amazónicas conocen sistemas de curación que nuestra ciencia todavía no ha tenido tiempo de estudiar, y mañana... mañana será demasiado tarde.

Solamente el Instituto del Cáncer de Estados Unidos tiene clasificadas 2.000 especies tropicales que pueden prevenir este mal.

Sólo en el norte de Brasil y sur de Venezuela vive el mayor grupo indígena amazónico, los yanomamis, unos 18.000 indígenas repartidos entre los dos países, que están siendo atacados por una avalancha de 50.000 garimpeiros (buscadores de oro).

Otros grupos indígenas están en total extinción, con tribus y culturas de sólo 40 o 60 individuos.

Tribus de Ecuador, Colombia, Bolivia, Paraguay, Venezuela, Guayana son atacadas por el hombre blanco, que invade sus tierras para realizar proyectos de dudosa rentabilidad económica y altísimo costo ecológico y cultural.

El proyecto Calha Norte intenta militarizar el norte de Brasil; los proyectos Polo noroeste y Xingú de grandes presas y el proyecto minero karajá (tribu hoy en extinción) amenazan de muerte a los últimos 150.000 indígenas que quedan en Brasil.

Desde que Cabral llegó a aquellas tierras, más de tres millones de indios han sucumbido al genocidio del hombre blanco, acabando con ellos, sus idiomas, sus mitologías, sus culturas milenarias y, entre otros, sus conocimientos de la farmacopea, que podrían ser tan útiles a nuestra medicina, que actualmente mueve 40 billones de dólares en fármacos sintetizados de especies tropicales.

INTERESES EGOÍSTAS

No son ya meros intereses humanitarios los que nos obligan a defender las culturas en extinción, son nuestros intereses egoístas y nuestra civilización los que tienen que hacer que impidamos el genocidio que está sucediendo en distintos lugares del mundo y aprendamos de los indios. ¿Dónde están los 4.000 waimiri-atroari? ¿Qué queda de los últimos kreen akarorés? ¿De los pataxo? ¿De los boniwa?... Todas las tribus que hace pocos años vivían hoy están en fase de destrucción, y muchas han desaparecido ya, perdiéndose con ellas su conocimiento herbolario y su delicado equilibrio con el entorno, así como muchas claves de la felicidad que el hombre moderno no encuentra en el materialismo de nuestra cultura.

El problema se discute en los Gobiernos de la CE, y hasta Jacques Delors ha hablado con los Gobiernos amazónicos para evitar la deforestación y negociar la deuda pública, con vistas a preservar esos patrimonios de la humanidad antes de que acabemos con ellos.

Además, los gritos de organizaciones como SURVIVAL INTERNATIONAL, a lo largo de los últimos 20 años, han tratado de mitigar la labor destructora del hombre; y personas como Sting y Jean Pierre Dutilleux invierten su tiempo, su prestigio y su dinero en ayudar a grupos indígenas como los kayapos de Raoni, y luchan por defender a las últimas tribus. Nuestra sociedad, cuando Sting se vaya, tiene que seguir siendo consciente de que existe la posibilidad, a través de campañas internacionales, de defender a los últimos representantes de las culturas milenarias de su extinción y ayudarles a defender la propiedad de sus tierras, sus vidas y sus culturas.

Son muchos los casos que Survival denuncia a la opinión pública mundial en Sudán, Etiopía, Nicaragua, Bangladesh, India, Australia, etcétera, y también critica a los países y los centros decisorios donde se atenta contra los indígenas.

Estas campañas poco a poco cambian las pautas de los políticos. El hombre supuestamente civilizado está sojuzgando y consiguiendo la uniformidad cultural y el aniquilamiento de sistemas de valores distintos a los suyos con crímenes y genocidios contra la humanidad. Con el fondo de 1992, sirva de reflexión que en América quedan 484 culturas diferentes y en Brasil, por ejemplo, 150 tribus, todas ellas en proceso de extinción. Luego todavía queda alguna esperanza.

Hoy, que Sting, Raoni, Jean Pierre Dutilleux, Megarón y Cuervo Rojo están clamando justicia a la sociedad española, podemos pensar que podríamos ser parte del problema o parte de la solución al problema, luchando unidos todos por estas causas que distintas organizaciones defienden en los foros mundiales.

El canto desgarrador de este bardo moderno debe hacernos creer todavía en el ser humano y en que todos juntos podemos cambiar el curso de la historia y evitar la repetición de otro genocidio que hoy, hoy, está sucediendo en tantos lugares del mundo.

Diego de Azqueta Bernar, presidente de SURVIVAL INTERNATIONAL